Este último fin
de semana, mientras ordenaba la biblioteca me topé con algunos libros que
marcaron mi vida casi sin darme cuenta y que cambiaron, de alguna manera, mi
visión del mundo, porque hay libros que llegan a tu vida en el momento adecuado
y con el mensaje perfecto, como si estuviera escrito solo para ti. Por algo dicen que « somos el resultado, entre otras muchas cosas, de los
libros que leemos… ». Ahí van los míos.
Ya de
pequeña me encantaba leer, perderme en un rincón tranquilo y solitario y
devorar libros como si fueran rosquillas. Recuerdo que mi primera colección de
libros, aparte de las lecturas obligatorias del colegio, fue «Los Cinco », de la escritora inglesa Enid Blyton. Nunca olvidaré
las horas que pasé zambulléndome en las aventuras de cinco chicos, llenas de
misterios en páramos y tesoros en manos de contrabandistas, trenes fantasmas,
etc.
Años más
tarde, comencé a interesarme por un tipo de lectura diferente… Y fue así como
un verano cayó en mis manos Rebeldes, de S.E. Hinton, una obra clásica de la
literatura norteamericana que va más allá de los típicos enfrentamientos entre
pandillas para hablar de la amistad, las adversidades y la importancia de
convivir con las circunstancias personales.
Mi pasión por la lectura no se detuvo ahí y probé con
libros como Momo, de Michael Ende, que trata de la
extraña historia de los ladrones de tiempo, los hombres grises, unos extraños
individuos que representan al Banco de Tiempo y promocionan la idea de ahorrar
tiempo entre la población: la vida se torna estéril, se deja
de hacer todo lo que se considera perder el tiempo, como el arte, la
imaginación o incluso dormir. Los edificios y las ropas están hechos
exactamente de la misma forma para todos y el ritmo de vida se torna ajetreado.
En realidad, cuanto más tiempo ahorra una persona, menos tiene: los hombres
grises lo consumen en forma de cigarros, hechos de pétalos secos de las flores
horarias que representan el tiempo. Sin esos cigarros, los hombres de gris no
pueden existir. Momo, por
su especial personalidad, se convierte en un obstáculo para los planes del
Banco de Tiempo. Los hombres grises intentan infructuosamente deshacerse de
ella. Momo, junto
a la tortuga Casiopea (que se comunica con ella gracias a los mensajes
luminosos de su caparazón) se enfrentará a la dictadura de los hombres grises y
terminará con ellos. Pero más alla de su transfondo distópico, Momo trata sobre el
concepto del tiempo y cómo es usado por los humanos de sociedades modernas.
Hay libros
que lees para entretenerte, otros te atraen por la trama, pero muy pocos
consiguen tocarte el corazón. La historia
interminable es una de esas extrañas creaciones que no se sabe exactamente
por qué lleva magia dentro. Empezar a leerlo es no querer despertar de ese
cuento de hadas, es querer dar el salto de la vida gris a la vida de esperanza,
de creer que todo es posible y volar bien alto. Eso fue para mí La historia interminable, de Michael Ende. Su
estructura de relato dentro de otro relato, el juego de las tintas verde y roja, el
regordete protagonista que sufre bullying, el homenaje a la fantasía y cierto
amargor combinado con el tono metafórico… me hicieron descubrir el gusto por la
literatura fantástica.
Pero con
el paso del tiempo mis lecturas no solo se limitaron a la narrativa fantástica sino que también
devoraba cuánto libro caía en mis manos, incluso libros que eran
de lectura obligatoria en el colegio, como he dicho anteriormente y de todas maneras no tenía tampoco otra
opción que digamos, y de los cuales solo muy pocos quedaron grabados en mi
memoria: El Camino, Donde duerme el agua y Retahílas son algunos de ellos. Recuerdo
perfectamente que El camino fue la primera novela que leí de Miguel Delibes, cuando
tenía catorce o quince años durante unas vacaciones de verano. Está considerada
como una de las novelas más emblemáticas de este genial escritor. Un niño va dejando
atrás la infancia y se despide así de una etapa cuyo encanto y fascinación
acabamos comprendiendo quizá cuando ya es demasiado tarde. Y también es un
libro iniciático en el sentido de que el protagonista tiene que dejar su
pueblo, un mundo conocido, para enfrentarse al mundo desconocido de la ciudad
donde tendrá que empezar, prácticamente, de cero.
Otro
de los libros que recuerdo con sumo cariño es Donde duerme el agua. La
encantadora y mágica pluma de Ionescu supo dotar de valores positivos todos y
cada uno de los sencillos pero inteligentes relatos que componen este libro, logrando
transmitir algunos de los principios que conforman los buenos valores de todo
ser humano: el valor de la nostalgia, del viajero que emprende rumbo a otro
lugar y se da cuenta de que añora su propio hogar; el deseo utópico de lo que
sería la vida si no conocieramos el significado de la palabra "guerra"; las
tristes e inevitables desavenencias de los humanos con el reino animal;
la importancia de la pluralidad en la edad más temprana y del sentido absurdo
de prejuzgar a alguien por su sexo; el don de la bondad…
La primera vez que leí
Retahílas, de Carmen Martín Gaite, debía tener como 16 años. Mi universo de lectora sufrió una importante modificación
con esta obra, muy diferente a todo lo que había leído hasta ahora y me abrió
los ojos y la mente a un tipo de literatura con sabor metafísico y filosófico. A
través de las páginas de Retahílas van desfilando, una tras otra, las principales
preocupaciones de todo ser humano: la rememoración del pasado, el paso del
tiempo y su efecto sobre las personas, la vida, la muerte, la decadencia, el
amor, la soledad, las relaciones personales y la familia. Sin embargo, hay un
tema clave que centra la novela: la comunicación. Toda la novela es una
indagación sobre la profunda necesidad de comunicarse. Con el paso del tiempo,
la he vuelto a leer varias veces y nunca me ha decepcionado, todo lo contrario.
Un
par de años después, en el instituto, mi profesor de Filosofía me hizo
descubrir no sólo obras como Demian o el Mundo de Sofia sino también un tipo de
literatura del que ahora me considero casi fanática: la literatura distópica. 1984, de George Orwell, se convirtió en mi primera
novela distópica favorita por excelencia y aún lo sigue siendo ya que no tiene
nada que envidiar a todas esas distopías que están tan de moda hoy en día.
La
novela nos presenta un país dominado por un gobierno totalitario representado
en la cúspide por el Gran Hermano (¿Donald Trump?) que mantiene en constante
vigilancia a sus ciudadanos e, incluso, insiste en espiar sus pensamientos para
perpetuar el férreo orden establecido. La novela distópica de Orwell si bien no
pretendía ser una metáfora, hoy en día se ha convertido en el punto de
referencia donde la posverdad y los hechos alternativos se han apoderado de la
politíca… Y si no que se lo pregunten a Trump.
Por
su parte, en Demian, Emil Sinclair es un niño que ha pasado toda su existencia
en un mundo de ensueño, pero una mentira lo lleva a ampliar sus visiones del
mundo y a conocer un personaje enigmático llamado Max
Demian que lo llevarán por los secretos de autorrazonamiento destruyendo
paradigmas materialistas que antes lo rodeaban. Una especie de dialéctica entre
el bien y el mal, el inconsciente, los instintos y la cultura, los valores,
sufrimientos e inquietudes de los adolescentes al querer ser aceptados,
llevándolos a elegir opciones que no les favorecen, reflejo del espíritu de una
época con tonos apocaliptícos. Con Hermann Hesse pude comprender que el mundo de la literatura también es
flexible y un escritor es una especie de dios, de demiurgo, que puede jugar con
los elementos a su antojo, con admirables resultados muchas veces.
El
mundo de Sofia fue la lectura en la que se basó mi profesor de Bachillerato
para dar su primer curso de Filosofía… Su autor, Jostein Gaarder, supo conjugar acertadamente
amenidad y sabiduría en una narración donde se trata de responder a preguntas
tan trascendentales como ¿Quiénes somos? ¿Por qué estamos aquí? ¿Existe el
libre albedrío o estamos determinados por el destino?, mediante las cuales
invita al lector a reflexionar al mismo tiempo que asiste a un curso de
filosofía inmejorable (impartido por un misterioso profesor, Alberto Knox) a
través de los ojos de Sofía, su protagonista.
La
universidad significó para mí una especie de manantial literario por el simple
hecho de que poseía estanterias repletas de libros de muy diversos géneros, de
autores de épocas diferentes y culturas muy distantes entre sí. Me
resulta casi imposible recordar todas las obras narrativas que leí durante ese
periodo de mi vida y aún así hubo una serie de libros que me atrajeron bastante:
Paula, La metamorfosis, Las flores del Mal y otros tantos que enriquecieron todavía más mi
avidez por la lectura y mis deseos de seguir descubriendo multitud de libros nuevos.
Paula
es el libro más conmovedor, personal e íntimo que he leído de Isabel Allende,
que deja el alma al descubierto y que se lee sin respirar. Junto al lecho de su
hija Paula, gravemente enferma y en coma, la gran escritora chilena escribió la
historia de si misma y de su familia (el turbulento suceso del golpe militar de
1973, de la dictadura que siguió y los años de exilio de su familia) con el
propósito de regalársela a su hija cuando se recuperara de su enfermedad. El
resultado es un libro mágico de insólita emotividad que lleva al lector del
llanto a la risa, del terror a la sensualidad y a la sabiduría. Ni que decir
tiene que las obras de esta escritora fueron desfilando por mi vida y engrosando
mi librería personal a partir de ese momento.
La
metamorfosis de Franz Kafka, por su parte, me acercó al realismo fantástico: la historia del viajante que se acuesta hombre y amanece insecto
es una alegoría demoledora de la identidad personal y de la extrañeza del
hombre ante el mundo, donde lo esencial no es la mutación en sí, sino las
reacciones que provoca en los demás.
Tras
acabar la universidad, y a pesar de algún que otro período de stand-by, he
seguido leyendo muchísimo, experimentando géneros y autores diferentes, lo que
me ha permitido crear, con el paso del tiempo, toda una colección de escritores
indispensables en mi biblioteca personal. Actualmente, sigo leyendo a mis
escritores favoritos, aguardando pacientemente sus nuevas obras y, al mismo
tiempo, abriendo las puertas a otros autores casi desconocidos para mí, sin
olvidarme de los clásicos que solía estudiar durante mi paso por la
universidad, algunos de los cuales se quedaron pendientes. Mientras
tanto sigo abierta a todo tipo de géneros y autores, probando cosas diferentes
a la espera de un libro que cambie de nuevo mi criterio como lectora, ofrenciéndome
algo totalmente inédito y fresco.
A lo
largo de todo mi recorrido como lectora, tal vez haya leído miles de libros,
cientos de ellos me han cautivado, sin embargo solo unos pocos han marcado mi
vida.
Y a vosotr@s…
¿Qué libros marcaron vuestras vidas? Espero vuestros comentarios.
Hola María!!
ResponderEliminarMuy buenas recomendaciónes, siempre tenemos libros que nos traen recuerdos y son importantes para nosotros.
Besos💋💋💋
Hola Ella!
EliminarGracias, me alegra que te haya gustado el post.
Besos
¡Hola Maria!
ResponderEliminarHay algunos libros que tengo pendientes desde hace tiempo y que bonito es leer que te han marcado para bien y tengas un buen recuerdo.
¡Un beso enorme!
Hola Alex!
EliminarPues la verdad sí.
Te deseo un genial fin de semana.
Besotes