De pequeña, Maria Martinez ya era aficionada a escribir relatos de los libros
que más le gustaban, pero lo que nunca imaginó es que un día se convertiría en
un fenómeno literario nacional. Más
conocida por su serie New Adult Cruzando
los límites, también es autora de otros títulos como Una canción para Novalie, Palabras que nunca te dije, Tú y otros desastres naturales, y su última novela publicada en
junio de 2020, La fragilidad de un corazón bajo
la lluvia. Historias que tratan la complejidad de las emociones,
del amor y de los sentimientos abarcando temas como la familia y la identidad.
No obstante, para los que somos fans de Maria no es
un secreto de que el género fantástico es uno de sus temas preferidos, el cual
ha sabido plasmar con absoluta maestría en libros como El encanto de Cuervo. De
hecho, su andadura como escritora en este género comenzó en 2012 con la
autopublicación de su trilogía Almas
Oscuras, formada por Pacto de Sangre,
Profecía y Juego de Ángeles, una trilogía de género fantástico que también
entra en lo romántico. Hace poco, la editorial Titania decidió reeditarla con
nuevos títulos, nuevas portadas y algunas modificaciones.
En esta nueva reedición Almas Oscuras
estará compuesta por Destino, Presagio y Sacrificio. La
primera entrega titulada Destino, se
publicará el próximo mes de noviembre.
Este nuevo lanzamiento es una nueva oportunidad para darla a conocer a tod@s aquell@s que no la
conocían aún. Espero que os animéis a hacerlo pronto… y ya me contaréis.
Desde hace siglos, vampiros y licántropos mantienen un pacto que protege a
los humanos de un mundo de peligro y oscuridad.
William es uno de ellos, un vampiro temible y
letal. El único de su especie inmune al sol. Ese don lo convierte en un ser
especial. En la esperanza que su raza necesita.
En la llave que los renegados persiguen para
liberarse de su maldición.
Un pacto.
Un secreto.
Una venganza.
No es fácil librarse de las tinieblas cuando
forman parte de tu alma.
PRÓLOGO
San Juan de Terranova.
Enero de 1863.
La luna reinaba en medio de un cielo cuajado de estrellas,
pálida y fría como la nieve que cubría la calle. Corría una ligera brisa, que
arrastraba consigo los efluvios de la posada y del establo, que se levantaba en
la parte trasera, junto a un huerto. Ni siquiera el aire frío lograba atenuar
el olor a estiércol y podredumbre que lo imprenaba todo.
Amelia abandonó su escondite con paso vacilante. Todo su
cuerpo se estremecía y se abrazó los codos con fuerza para calmar el temblor.
Amparada en la oscuridad de aquel callejón, pensó qué hacer. Debía buscar un
lugar seguro donde reponerse y sentirse a salvo. Calmar el hambre y curar sus
heridas.
Con esfuerzo, caminó unos cuantos pasos hasta vislumbrar
la calle iluminada por el alumbrado de gas. Intentó orientarse, ver algo que le
recordara dónde se encontraba, pero su mente era un pozo oscuro repleto de
pensamientos confusos y apenas tenía fuerzas para mantenerse en pie. La
sensación de vacío en su estómago empezaba a ser insoportable y se sentía más
débil y desorientada conforme transcurrían los minutos. Había intentado comer,
pero cuando el alimento llegaba a su estómago, este parecía llenarse de ácido y
se veía obligada a vomitarlo todo entre agudos espasmos. Por suerte, el dolor
insoportable que la había atormentando durante horas había desaparecido, y con
él, el latido de su corazón. Ni el movimiento más leve lo agitaba. Contempló
sus brazos desnudos, que descansaban sobre la ajada falda de su vestido. Las
quemaduras habían sanado por completo y solo se apreciaban unas manchas rosadas
en la piel. Se estremeció al recordar cómo la luz del sol le había achicharrado
los brazos y el rostro, el olor a carne quemada. Había tenido que arrastrarse
entre el barro y la nieve helada hasta los bajos de un almacén, tan rápido como
sus fuerzas se lo habían permitido, para protegerse de esos rayos que casi la
convierten en una tea ardiente. De repente, escuchó unos pasos que se
acercaban. Incapaz de moverse, Amelia se pegó a la pared y se abrazó las
rodillas. Una figura dobló la esquina y se internó en el callejón con pasos
torpes que hacían crujir el agua congelada bajo sus botas. Ella se hizo un
ovillo y lo miró. Era un hombre de mediana edad, envuelto en un abrigo de
pieles. Se detuvo a un par de metros de donde ella se encontraba y, sin
percatarse de su presencia, comenzó a orinar contra la pared.
Amelia cerró los ojos y trató de hacerse invisible. Podía
oír la respiración entrecortada del hombre y cómo la nube que formaba su
aliento se cristalizaba en el aire. Notaba cada pequeño crujido. El siseo de la
orina caliente sobre el manto helado. El frufrú de sus pantalones al atarlos de
nuevo. Esos sonidos estridentes y tan molestos como si estuvieran dentro de su
cabeza, golpeándole el cerebro. Se frotó las sienes, desesperada por aliviar la
presión que sentía. El hombre dio media vuelta para marcharse. Pisó mal y
trastabilló.
- ¡Joder ! – exclamó al apoyarse contra la pared para no caer. Se miró la mano con atención y vio una astilla clavada en el dedo. Apretó los dientes y la arrancó de un tirón. Amelia se estremeció. Un intenso aroma penetró en su olfato, y era lo más apetitoso que había olido nunca. Cálido, un poco afrutado y con un ligero toque metálico. Se le hizo la boca agua. Soltó sus rodillas y alzó el rostro. Inspiró hasta llenar sus pulmones de ese aire perfumado, y después cerró los ojos para saborearlo pegado a su lengua.
¡Hola!
ResponderEliminarNo he leído a la autora, a pesar de que tengo sus libros :(
Pero estoy segura que pronto le daré una oportunidad.
Las portadas de estos libros son super bonitas.
¡Un beso!
Hola!
EliminarPues yo me he leído todos sus libros, algunos unas cuantas veces. Es una de mis escritoras favoritas sobre todo en el género fantástico. Te la recomiendo muchísimo. Besazos guapa!
Hola maria yo ya leí de trilogía y me fascinó .
ResponderEliminarEn cuanto a otro tema me gustaría mostrarte lo que escribo si estas interesada contactame en dianaleidi@gmail.com
Hola María! tienes la versión completa de destino (#1)? me interesa mucho leerlo.
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